Matrimonio, Relaciones

¡Jubileo del Amor – Parte 2: Una renovación matrimonial, en el Camino de San José!

Cuando le comparto a mi esposo el deseo de irnos a peregrinar al camino de San José, pausar toda una mudanza y dejar pequeños al cuidado del abuelo, no veo un gran sí en su apuesto rostro de inmediato. Pero por dentro sé, que Papá Dios siempre ha encontrado el modo de “salirse con la suya”, cuando algo es realmente bueno para nuestra familia y no podemos perdernos de su Gracia y Bondad.

Así que con todo y su inquietud sobre “a qué lo llevaba la esposa”, y los miles de pendientes encima, nos vamos. Dejamos todo para regalarnos este espacio de renovación.

 

 

¿No es así nuestra vida en la tierra?…

Un constante caminar en medio de todo tipo de aventuras y desventuras, que nos harán seguir creciendo y transformando el interior.

 

Llegamos el viernes cansados por las desveladas y congelados por el frío extremo, mi esposo corriendo para dar su clase en línea y su esposa en la línea de las prisas que nada ayudan. Desde ahí comenzó nuestra peregrinación – al estilo de María y José – lleno de incomodidades, de expectativas que soltar y retos que abrazar. Porque, ¿no es así nuestra vida en la tierra?…un constante caminar en medio de todo tipo de aventuras y desventuras, que nos harán seguir creciendo y transformando el interior.

Llegamos a un pequeño pueblito llamado Cuatro Ciénegas, Coahuila, con alrededor de doce mil habitantes. El hotel Marielena por fuera luce hermoso y pintoresco (sin olvidar que tiene el único Starbucks del pueblito, y este par de esposos esperaba con ansias un chocolate extremadamente caliente).

Ambos sabíamos que este era un lugar de reencuentro muy especial y así nos sentimos acogidos por la vista de las montañas, las campanas de la iglesia cercana, el sonido de las fuentes mientras nos sentamos a degustar una exquisita comida. Y comenzábamos a conocer a los primeros participantes, con sus propias aventuras y desventuras de la vida, del camino.

 

 

Nuestra sesión comienza por la tarde del viernes con dos bellas Consagradas, Carola y Lety, en compañía del sacerdote Luis. Comenzamos a remover el corazón, para conectarnos mejor con la persona más especial que elegimos para compartir nuestra vida.

Después de la introducción, es momento de poner los pies en marcha y hacer la primera parte de la peregrinación; el viento es frío y fuerte, así que todos caminábamos a buen paso. Peregrinamos hacia tres iglesias donde nos detenemos para leer la reflexión de nuestro manual y hacer una breve oración. A lo largo de todo el camino, vamos reflexionando en las actitudes y virtudes de San José; un hombre que fue elegido para una misión muy especial, ser el padre adoptivo de Jesús…y también el nuestro.

 

“San José protege a los que lo veneran, acompañándolos en su camino

por esta vida, así como protegió y acompañó a Jesús mientras crecía.”

– San José María Escrivá.

 

De regreso al hotel el viento era aún más frío, el camino estaba obscuro y Pérez (uno de nuestros maravillosos guías) tenía encendida la luz del celular para alumbrar un poco las piedras del camino y evitar tropezar.

Por más capas de ropa que traía puestas y el rostro cubierto, el viento no daba tregua. Todo mi cuerpo, sobretodo mis dientes, temblaban de frío y lo único que queríamos era llegar a nuestro destino para calentarnos. Así que mi esposo y yo aceleramos el paso.

Fue tan evidente para mí, cómo en los malos momentos que hemos atravesado, quisiéramos que fuera así: acelerar el paso para terminar pronto con ese mal momento, esa mala noticia, ese malentendido con otros o entre nosotros.

Sabíamos que si nos deteníamos en el camino, seguro nos daría una buena gripa o hipotermia. Lo mejor que podíamos hacer era simplemente, seguir caminando.

 

Hay muchos momentos de la vida donde la invitación al corazón, es seguir caminando…

 

Seguir caminando en nuestra Fe.

Seguir caminando en la Verdad.

Seguir caminando en nuestro compromiso como matrimonio.

Seguir caminando para dar testimonio de que el amor es eterno.

Seguir caminando cuando todo está obscuro, nada está claro y todo parece tan confuso y revuelto.

Seguir caminando cuando no hace sentido la actitud del otro, mucho menos los retos de la vida.

Seguir caminado cuando lo más sencillo sería decir “no, gracias”, “hasta aquí llegamos”, “yo no quería, esperaba, merecía esto”.

Seguir caminando para añejar un amor que puede aún crecer más y dar tantos buenos frutos.

Seguir caminando…

Seguir caminando…

Seguir caminando…

 

¡Esto es el matrimonio: un camino a la eternidad, al verdadero banquete (donde además de que espero haya buen clima) nos encontraremos con ese gozo de haber permanecidos fieles en el amor al otro y nos daremos cuenta de cuánto hemos crecido en la verdadera entrega que conlleva amar a otra persona!

Esa primera noche, en un par de horas de caminata el corazón había ya recibido tanto.

 

 

Al día siguiente, ya recuperados de sueño y descanso, salimos a las 7:00 am para caminar en el desierto la siguiente parte del Camino de San José.

 

«…nos daremos cuenta de cuánto hemos crecido

en la verdadera entrega que conlleva amar a otra persona.»

 

De nuevo el frío nos encontraba, pero el corazón iba calentando el cuerpo con cada estación, con cada reflexión, con cada oración. Cada espacio nos permitió contemplar algo de la vida sencilla y humilde de José, su confianza y abandono a Dios, su obediencia, su protección a María y Jesús, su modo recto de actuar y desprenderse.

 

Al detenerme un instante a contemplar este camino, mi corazón sentía un gozo inmenso (más del que una mujer puede sentir en el “shopping”). No había distracciones, ni ruido…sólo naturaleza, sólo montañas, sólo pasos de caminantes adentrándose en su interior, sólo parejas tomadas de las manos o caminando a su ritmo, en comunión.

 

 

Nuestra misa tuvo la vista más hermosa, una poza de colores azul turquesa que aquietaban el alma. La misa fue un momento muy hermoso para mí, al ver de frente la hostia tan pequeña, tan llena de Dios, tan sencilla y entregada por amor. Así fue San José, el pequeño y humilde padre, carpintero, custodio de la Sagrada Familia que se entregaba a cada paso por amor.

Toda esta experiencia, entrelazada con momentos de adoración, de dinámicas en pareja, de reflexión, de confesión, de comidas deliciosas, de risas y pláticas interesantes con otras parejas, de contemplar el cielo y sus maravillas por la noche y reír a carcajadas con las ocurrencias de los chicos sobre los nombres de las estrellas, de escuchar testimonios sobre cómo varias parejas han atravesado dolorosas experiencias como un cáncer o la pérdida de un hijo…todo ello, asentó esta renovación matrimonial, esta celebración del amor que elige volverse a entregar al otro…para siempre.

 

 

La última misa del domingo, renovamos nuestros votos matrimoniales. Mis lágrimas se escapaban de gozo, al recordar y agradecer el camino recorrido, los retos, los regalos, el crecimiento, las infinitas restauraciones de “lo siento”, para re-conectar y re-comenzar de nuevo, los dos pequeños frutos que tenemos, amamos y nos esperaban en casa, la dicha, las tristezas y todo lo que este jubileo del amor y esperanza, representa para nosotros.

 

Terminando la misa era momento de brindar con una buena copa de vino del lugar, caminando me percaté de una pequeña estatua de la Virgen. Sí, ella, la que siempre pide “que tengamos vino” y nuestras copas rebosen de Jesús, de su AMOR. No por nada el encantador lugar se llama «Tierra María».

 

 

Las risas, las reflexiones, los agradecimientos, todo ello envolvía al corazón en esta gran fiesta del amor. Nuestros matrimonios quedan renovados, entrelazados por un nuevo vino, bendecidos y protegidos por San José…y así queremos seguir caminando por muchos años más.

¡Gloria a Dios por tanto!

¡Gracias a mi amado esposo por su sí a nuestra vida juntos. Gracias a nuestros compañeros peregrinos, deseamos que sus matrimonios sean luz y den testimonio de un gran amor y fidelidad, con Dios al centro de TODO!

 ¡Gracias a Carola Grove, a Lety Gutiérrez, al Padre Luis Madrazo, por entregar sus dones, su vocación, su tiempo, escucha y acogida, para renovar y bendecir nuestros matrimonios! ¡Dios los bendiga abundantemente!

 ¡Gracias a Pato y a todo el maravilloso equipo del Camino de San José y las diferentes experiencias de Cuatro Ciénegas. Son una bendición, sigan apasionados por lo que hacen! ¡Todo importa. Todo impacta!

¡Gracias San José por ser protector de nuestras familias, por enseñarnos y moldearnos con su humildad, sencillez, confianza y obediencia. Sigue restaurando la paternidad, las familias, los matrimonios…para Gloria de Dios!

 Amén. Amén. Amén.

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