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¡Cada uno de nosotros, es lo que tiene que cambiar en el mundo!
Estas noticias de violencia, nos tocan a todos de cierta forma el corazón. No sólo porque nos hace sangrar de tristeza e impotencia, frustración y preocupación; sino porque toca a las personas que amamos, con las que caminamos, y de cierta manera nos consternamos de pensar quién/quiénes serán los siguientes en morir bajo la absurda violencia.
Pisé tierra Tarahumara en 2014, un año antes de casarme. Mi entonces novio –ahora esposo – y yo, emprendimos el viaje para visitar a mi querido acompañante espiritual, sobretodo amigo del camino, mi maestro del discernimiento Ignaciano –que me ha enseñado mucho, junto a otros Jesuitas, sobre caminar mejor y con profundidad en mi vida –. Este querido Jesuita, y muchos otros, han sido mis maestros de enamorarme del Dios de la VIDA, la VERDAD y el CAMINO…
Mueren bajo la violencia que hemos engendrado, que hemos permitido; porque hemos perdido el rumbo, el sentido, la cercanía del Dios-con-nosotros. Si no podemos vernos como AMADOS –profundamente amados–, mucho menos como HERMANOS –hermanos cercanos –.
Sé que hay mucho de fondo (político, cultural,social, etc)… éste no es el tema que expongo hoy. Ni soy la experta. Pero sí soy testigo de la entrega desbordada de los Jesuitas por construir un Reino aquí en la Tierra, que poco logramos entender y acoger.
Un Reino que no está llamado a luchar con violencia, sino a sumar con paz.
Un Reino que no se trata de acumular, sino de dar…de darse uno mismo.
Un Reino que no se trata de brillar en redes sociales, sino de que nuestro rostro –y sobretodo nuestras acciones – sean el brillo de la Luz de Dios, del Amor de Dios.
Un Reino que elige la entrega a los más olvidados, y acepta como parte del camino; la cruz, la muerte, y la resurrección.
Quizás no vivas en un convento, yo tampoco. Pero tenemos un Reino que construir desde nuestro hogar, desde nuestra crianza, desde los valores que nuestros hijos/amigos/vecinos/hermanos nos ven practicar –no sólo hablar–, desde lo que creemos con el corazón, más que con la razón. Desde nuestra Fe, que se sostiene en un Dios de Amor, en un Dios que es Buen Pastor y se duele con el mal.
La violencia se puede vivir de muchas formas, pero también se puede detener de muchas formas: cuidando cómo hablamos, lo que vemos y escuchamos, cuidando sobretodo lo que ven y escuchan nuestros hijos. Formando el corazón en la cercanía, la conexión y el perdón, porque esa es nuestra gran sed humana.
Tú y yo, en nuestro hogar podemos comenzar a instaurar un nuevo Reino; que no se viva con violencia, sino con PAZ y AMOR, con TERNURA, con CERCANÍA, con DIÁLOGO. Tan sólo piensa en tus propias heridas y/o traumas que tanto te han afectado, y realmente no deseas repetir. Hay un camino para el cambio y empieza por ti, por mi; y por los pequeños que estamos formando.
Como lo expresa sabiamente, mi otra gran maestra de vida, la autora Ann Voskamp:
Jesús lo expresó también en forma de Bienaventuranza…
¡Bienaventurados estos hermanos Jesuitas, que murieron entregando la Vida, Ad Maiorem Dei Gloriam!
¡Descansen en Paz, Javier Campos S.J. y Joaquín Mora S.J.!
Con gran cariño, y agradeciendo profundamente la entrega de cada hermano Jesuita en la construcción del Reino. ¡Dios los bendiga!
Mariana López.