Después de varios años de vivir fuera, un muy querido amigo, que con los años se ha hecho hermano del corazón, llega de visita a nuestro hogar. El bautizo de una pequeña niña, nos reúne a varios amigos, que por muchos años y motivos hemos dejando de ver, pero el cariño sigue estando.
En esos momentos de compartir, abrir el corazón, y la vida recorrida –que para muchos de nosotros no ha sido el mar tranquilo que esperábamos, sobretodo siendo papás– nos regalamos presencia, cariño, mucho humor y empatía.
Porque es tan cierto, la vida se puede sentir como oleadas, con subes y bajas de mareas inesperadas, olas que se alzan y rompen el corazón en mil pedazos, sintiendo que el agua te rebasa. Nuestros años de discernimiento nos entrenaron para ir conociendo estos movimientos del corazón (conocidos Ignacianamente como “mociones”), por la que toda vida, incluida la mía, la de cada ser querido y amigo, pasa y seguirá pasando.
Vivir es remar siempre mar adentro, aventurarnos una y otra vez ante lo que la vida traiga por delante, como una gran invitación para la que quizás nunca nos sintamos preparadas.
Por la noche, mientras cenábamos mi esposo y yo con este gran amigo, cuyo título oficial es hermano del corazón, le comparto lo que hay dentro. ¿No es así, como lo hacen los verdaderos amigos, los hermanos del corazón, quienes sentados alrededor de la mesa, alrededor de la vida; nos acompañan, nos escuchan, y sienten dolor o alegría con nosotros?
–“Mar adentro. Ir mar adentro. Eso es lo que me pide este momento.”
Si creía que ya había remado suficiente, en terapia, en oración, en caminar el mar de la vida (con todo y sus quebrantos así como desatinos) este siguiente paso, me pide confiar; dar un salto más, o mejor aún, soltarme más. Dar mi sí de nuevo, a un rumbo nuevo. Porque el verdadero amor, siempre nos lleva mar adentro, más adentro…aún estando bastante rotos, temerosos o desorientados.
Después de unos días de habernos encontrado, éste amigo (cual buen hermano), nos tiene presentes, recuerda lo que le dije, y desliza un breve mensaje:
–“Hablando de mar adentro…”
Mi corazón rompe en llanto…
Mar adentro. El verdadero amor te lleva mar adentro, más adentro. Y es un encuentro con Aquél que ama –como nadie más te ama, ni te conoce en las profundidades de tu ser –. Es una persona concreta la que invita, con un nombre, con un rostro, con un corazón…que sube a nuestra barca de la vida, para enamorarnos de nuevo, para recordarnos que no vamos solas remando a través de las mareas que nos asustan o sobrepasan, que nos recuerda que nuestra vulnerabilidad es acogida, vista y abrazada. Sobretodo cuando los golpes de la vida y las relaciones, quebrantan un poco la barca, sintiendo que te hundes junto con ella.
“Primero está el enamoramiento. La relación con él.” Es una persona concreta la que nos enamora, nos toma, e invita a remar más profundo en la vida. Porque él mismo va con nosotros mar adentro, él mismo nos mira en medio de la tempestad, él mismo no nos abandona a nuestra suerte; que él esté conmigo, contigo –en medio del mar de la vida – es nuestra mayor suerte.
Pfff, pero bien lo dice Ann Voskamp: «el corazón padece amnesia». Por eso necesitamos recordar, recordar, recordar, nuestra verdadera identidad que se nos da desde el amor, por amor, para el amor. Porque sino vamos amando todo aquello, o a todos aquellos, que no nos pueden llenar esta identidad tan profunda de ser ¡hijas! ¡hijas profundamente amadas!
Sólo ese amor nos capacita para remar mar adentro, ir más adentro…en todo; nuestra vida, nuestras relaciones, nuestra vocación, nuestra maternidad, nuestras heridas y quebrantos, nuestra sanación, nuestros deseos y sueños, nuestros anhelos, nuestros tropiezos o temores…
Tengo presente esta invitación que me hace el amor, mientras empaco todo lo necesario, para adentrarme en tres días de retiro y silencio, en la sierra de Veracruz. El retiro está basado en el libro de Oseas: “Por eso voy a seducirla; voy a llevarla al desierto y le hablaré al corazón.” (Os. 2,16).
¡Doy mi sí…voy mar adentro con él!
Voy mar adentro, con todos esos rostros en mi corazón de las personas y hermanos; que quiero y me quieren, que acompaño y me acompañan, que aliento y me alientan, en este hermoso y caótico, mar de la vida.
¿En qué necesita, tu vida y tu corazón, ir mar adentro con Dios?…
Con gran cariño,
Mariana López.
P.D. ¡Sí, también te tengo música para irnos adentrando mar adentro!