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¡Parte 1 – Dejando ir, para nombrar un nuevo año!
Es un día frío y lluvioso, nos mantenemos calientes; jugando, comiendo galletas de chocolate y persiguiendo a dos pequeños por toda la casa. Seguimos celebrando Navidad; al pequeño Emmanuel – Dios con nosotros, para SIEMPRE. Su amor penetrando cada poro, cada espacio, cada momento, cada relación, cada sueño, cada nueva intención que vendrá, con el comienzo de un nuevo año.
Y es que antes de un nuevo año, hay nueva vida que nace en medio de nosotros y nos recuerda lo amados que somos, sin importar si logras o no tus propósitos. Si sanas o no tus relaciones, si fuiste más paciente y generoso como prometiste, si ahorraste tanto como te habías propuesto, si viajaste a ese nuevo y desconocido lugar, o tuviste que cancelar todo por enfermedad, si te sientes tan vacío y sin sentido, aún teniendo un clóset lleno de ropa, y el año está por terminar.
¡Dios sabe que, primero necesitamos sentir profundamente lo amado que somos, si queremos lograr profundamente impactar este mundo!
Pero, ¿sentarnos y dejarnos amar?…es la tarea más difícil en un mundo de “clicks” instantáneos y rápidas gratificaciones. El gran reto de nuestra vida es; “permanecer en ese amor”, permanecer enamorados de Dios y de nuestros hermanos. Y sólo así, hacer todo por amor.
Así que antes de sentarme a nombrar mi próximo año, me siento para sentir este amor que me nombra, y te nombra; “hija muy amada, hijo muy amado.” Para dejar todo a los pies de un pequeño niño –que como canta hermosamente Athenas: “tan pequeño y eres rey, tan humilde y eres Dios”. Y sabe que, en nuestra pequeñez, necesitamos primero sentir su amor que engrandece verdaderamenre el corazón, para después hacer propósitos, o aún mejor; soñar lo que su amor quiere hacer en mí, y en ti, este próximo año.
De fondo tengo villancicos, gritos de dos niños pequeños armando sus juguetes, y los latidos de un corazón, que quiere sentir ese fuego de su amor encendiendo cada parte de mí para dejarle este año a sus pies, y comenzar uno nuevo junto a Él.
Dejar todo; relaciones sanando, mis momentos de equivocarme y levantarme como esposa y mamá, mis esfuerzos por terminar un próximo libro y publicarlo, lo que aún le duele a mi corazón y no logra entender o acomodar, las decisiones que hemos tomando y agradecer, saber acoger, los frutos que llegaron.
Loa próximos discernimientos sobre cómo caminar mejor, en medio de nuevos cursos y proyectos, y a qué/quién darle el más rotundo “no”, y a qué/quién darle el más sincero “sí”. El seguir ordenando y re-ordenando prioridades.
Las veces que he tenido que pedir perdón y también ser perdonada, las personas que he tenido que consolar y también me han consolado, las oportunidades para acompañar y también ser acompañada; y todo lo que este año ha implicado sobre acoger lo hermoso y complejo de nuestra humanidad…que siempre deja ir algo.
Puedes voltear para atrás al año que termina, y sentirte como en la cima de una montaña que ni siquiera te diste cuenta cómo o cuándo subiste. Y dejaste algo de ti en el camino, y a los caminantes que te encontraste.
Eres alguien nuevo/nueva al terminar este año. No me refiero sólo a las incipientes canas –que me he encontrado antes de irme a la cama, ¿te ha pasado? – sino a que tu corazón, quizás, se siente ligeramente más fuerte, más valiente, más sabio, y sobretodo, más suave por cómo ha sido moldeado a lo largo de este año; y hay algo nuevo en ti, hay algo más de ti en este mundo roto y hermoso, que a su vez necesita de ti. Y si aún no te sientes ahí, no te preocupes; Dios es experto en hacer todo nuevo. Y si le abres tu corazón, te dejará con la boca abierta.
Espero que llegues a la cima de tu año, y puedas esbozar tu mejor sonrisa…para dejar ir todo. Lo bueno, lo malo, lo que te ha hecho llorar, lo que tuviste que aceptar o hacer el duelo, lo que lastimó tu corazón y a la vez lo ha hecho más sensible al dolor que todos sentimos.
Lo que no esperabas y lo que tanto anhelabas, lo que has crecido y amado, lo rígidos que podemos volvernos o lo compasivos que podemos llegar a ser. Los «clicks» que dimos y nos dejaron más vacíos buscando el conjunto perfecto para los hijos, mientras nos perdemos de lo sencillo y poco complicado del amor; como sentarnos a jugar con ellos o darles una profunda y cariñosa mirada. Las relaciones que tuviste que dejar ir, y las nuevas que han llegado para quedarse y hacer lazos profundos.
Realmente, antes de nombrar nuestro próximo año, necesitamos…
Dejar ir todo, para soñar más.
Dejar ir todo, para amar más.
Dejar ir todo, para gozar la verdadera libertad que no se apega a nada, ni a nadie;
para poder sorprenderse de nuevo con todo y con todos.
Dejar ir viejos rencores, para conceder nuevos perdones.
Dejar ir las “manzanas podridas”, y conocer nuevos y jugosos frutos que te esperan.
Dejar ir nuestros “planes perfectos” o “inalcanzables propósitos”;
para encontrar a Dios guiando nuestros pasos, abriendo camino, soñando con lo que podemos llegar a ser.
Dejar ir; para ser amada, ser amor.
El frío cala los huesos, pero el amor nos habita e invita a dejarlo todo en Él, a permanecer en Él; quién sabe cómo verdaderamente ir calentando el corazón para un nuevo camino, un nuevo canto, un nuevo sueño, un nuevo año…más allá de lo que puedes imaginar.
Con amor, dejando ir juntas y agradeciendo este año 2022.
¡Gracias por caminar juntas en la Hermosa Locura de Vivir. Amar. Ser mamás!
Con profundo cariño,
Mariana López.