Conforme escribo esto para ti, tengo a mi lado una bella mariposa que me hizo mi hijo mayor. El pequeño sabe que me encantan las mariposas, pues son un gran recordatorio en mi vida del poder de la transformación interior, y la esperanza en nuestro mundo tan necesitado de fe y belleza. Es tan cierto, las mariposas lo atestiguan, ¡Dios hace todo nuevo! (Ap 21,5)
Los primeros días del año, Papá Dios inicia una nueva transformación en mi interior, abriendo puertas con la editorial que publicará el, tan esperado y anhelado, próximo libro. Han sido dos años de trabajar el texto, de darle forma y vida, de vivir el mensaje, de encontrar personas que han sumado a ello, no sólo con sus correcciones, sino con mucho aliento y acompañamiento al camino, de esperar pacientemente (e impacientemente). Pero el proceso de transformación no lo había vivido con tanta cercanía, como lo fue tomar mi primera clase de “moldear barro”.
Al llegar por la tarde al taller de barro, sentí esa emoción en el cuerpo cuando intentas algo “por primera vez”. Y aunque no te creas tan capaz, te sientes valiente para dar un pequeño, pero significativo paso.
Sentadas alrededor de la mesa, comenzamos a escuchar las instrucciones. El proceso sería un primer acercamiento a las técnicas de trabajo con el barro. Las ideas de lo que queríamos hacer eran importantes, al menos tener una imagen clara de lo que nos gustaría moldear.
¿Mariposas? ¿Un platón para los snacks de mis pequeños? ¿Un porta velas? ¿Un plato que tenga alguna frase?…las ideas comenzaron a llover. Y escuchar a las demás chicas compartiendo sus ideas, también nos inspiró a todas. ¿Por qué no intentar algo nuevo, algo diferente?…
Comenzamos tomando el barro en nuestras manos. Porque toda gran obra, comienza así: “sostenida por el amor; en manos de Alguien que siempre sueña nuestra más bella versión y comienza a moldearnos” , ¿no lo crees?
Foto Suchill Cerámica.
Foto Suchill Cerámica.
Foto Suchill Cerámica.
Foto Suchill Cerámica.
Foto Suchill Cerámica.
Mis manos sentían cada granito de barro, la mojamos para poderla trabajar y comenzamos el delicado proceso de darle forma, de crear, de imaginar, de amasar, de equivocarse y volver a comenzar (las veces que fueran necesarias). Me sentía como niña con plastilina nueva, queriendo embarrarme toda y hacer de todo.
La horas pasaron, fuimos creando y embarrándonos las manos de barro, de sueños, de paciencia. Cada pieza era única, especial, y con un toque muy particular de su alfarera.
Después de intentar moldear algo, el siguiente paso era perfeccionarlo, tapar algunas grietas, pincelar con delicadeza para unir sin que se perdiera la forma. ¿No es así como me he sentido escribiendo este próximo libro, o mejor dicho, cómo he sentido a Dios escribir la historia de mi vida?
Soy – somos – barro entre sus manos, que con cada etapa de mi vida, he sido moldeada para ser más de quien Dios me sueña. Mientras Dios gira el torno, el tiempo y sus momentos; me ha sanado alguna grieta, ha añadido algún aprendizaje inesperado, o si algo se ha roto comienza de nuevo; con paciencia, con amor, con sueños que no terminan, sobre lo que Él puede hacer con mi fragilidad.
Tocaba esperar a que el barro secara un poco, para poder pintarlo. ¡Ah, el proceso…siempre el proceso!
Mientras brindamos y comíamos algo de botana, comenzamos a elegir la lluvia de colores para nuestras obras. ¿Y si así es nuestra vida, en manos de este amoroso Alfarero llamado Dios?…alguien que no quiere mas que tu mayor bien, tu expresión más verdadera irradiando luz, paz, creatividad. Tu belleza haciendo relucir su grandeza. Y Él te llena de color, con cada encuentro, o desencuentro, con cada logro o fracaso. Él nos recuerda que, con cada pedazo de ti, aunque sea roto, puede aún hacer maravillas. ¿Lo crees? ¿Lo deseas?…
«Mientras Dios gira el torno, el tiempo y sus momentos; me ha sanado alguna grieta, ha añadido algún aprendizaje inesperado,
o si algo se ha roto comienza de nuevo; con paciencia, con amor, con sueños que no terminan,
sobre lo que Él puede hacer con mi fragilidad.«
“Bajé a la alfarería y resulta que el alfarero estaba haciendo un trabajo al torno. La vasija de barro que estaba haciendo se echó a perder en la mano del alfarero; así que volvió hacer otra vasija, como mejor le pareció al alfarero. (Jr. 18, 3-4)
“…Lo mismo que el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano.” (Jr. 18,7)
Continuará…
Con gran cariño, dejémonos moldear por nuestro amoroso Alfarero.
Mariana López.
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¡Muchas gracias a Suchill Cerámica en Querétaro, por este maravilloso y divertido primer acercamiento al barro!
https://www.instagram.com/suchillceramica/
Y una canción para acompañar el corazón, ¡que la disfrutes!