Inspiración, Reconectar contigo

¡Vivirnos Apasionadas!

En cuanto abro la puerta del salón y escucho la música, mi corazón palpita con fuerza. Un viejo recuerdo de mis años de infancia, se hace presente con toda la intensidad y sonoridad de un zapateado, de una palma, de la guitarra.

Me deleito en el compás de la música, mientras intento coordinar de nuevo mis pies y mis manos (así como esbozar una sincera sonrisa de disfrute, tras años de no bailar) a este ritmo tan apasionante.

Era una pequeña de cinco años cuando inicié en el flamenco. Mi maestra llamada Yolanda, era una mujer fuerte y alegre, pelirroja y apasionada de este baile. Ella comenzaba a tocar las castañuelas, con sus labios color rojo vivo, que combinaban perfecto el tono de su cabello; a la vez que las bailarinas comenzábamos el zapateado al rimo de “bamboleo”.

Lo he escrito en el próximo libro; este baile me ha enseñado mucho sobre la vida. No sólo sobre ser disciplinada y apasionarme con algo (entendiendo esa pasión como entrega, gusto, paciencia, compromiso, y mucha plenitud).

El Flamenco, y la vida, nos enseñan a irnos apropiando de nuestros propios pasos, de nuestros propios sentimientos. Recordando que, nadie puede bailar por ti la compleja danza de la vida.

El Flamenco es un baile de profundos sentimientos,
al igual que lo es nuestra experiencia humana.

Cuando hay enojo, el zapateo es intenso. Cuando hay tristeza el movimiento de las manos necesita ser suave, casi como una caricia. Cuando hay alegría o asombro, las vueltas y el zapateado son marcados, prolongados; al igual que la sonrisa en el rostro.

El Flamenco diría: “Aprópiate de tu danza en la vida. Sé dueña de ti misma, de tus pasos, de tus sentimientos. Si vas a llorar, llóralo con todo tu ser. Si estás enojada, exprésalo en todo el movimiento. Si estás enamorada/apasionada, exprésalo con firmeza. Si estás alegre, da tu mejor sonrisa. ¡Venga maja, a bailar con lo que sientas; que la vida te espera!” (extracto del próximo libro).

¿Para qué vivimos? ¿Por quién vivimos? ¿A qué o a quién(es), le estamos entregando esa fuerza vital, esa pasión y empuje de cada día, ese sufrir y ser pacientes, hasta ver algo de plenitud y vida asomarse?

Nadie puede bailar por ti, la compleja danza de la vida.

Lo percibo a mi alrededor; esa pasión a vivir con plenitud, implica mucha paciencia, mucha espera, mucho ir más dentro, lleno de continuo silencio y continua conversión hacia nuestra mejor versión.

Las flores comienzan a presumir sus colores y formas, después de meses de espera, de frío, de silencio.

Un libro se termina, después de un año y tres meses de dedicarle toda la pasión, que no se entiende si no te sientas, cuando es fácil y cuando no, a sentir, a sufrir y sensibilizar tu propio corazón.

Unas relaciones florecen en conexión y encuentros, mientras otras se quebrantan en silencio y diferencias.

Incluso hay música, que se escucha a gloria, sin imaginar que se compuso en medio de grandes batallas, heridas, y/o sequedad espiritual.

Todos vivimos rodeados de oportunidades para apasionarnos; sea un llamado, tu misión de vida, una relación, tu familia, tu trabajo, un sueño, algo sobre lo que Dios te ha dado unos talentos tan únicos como especiales...y necesitan ser empleados.

En 2015, uno de los espectáculos más hermosos de Flamenco que he visto. Corral de la Morería, Madrid.

Pienso también en un humilde hijo de carpintero, por cierto, Hijo de Dios, quien nos enseña sobre la verdadera pasión, muerte y vida que nos espera… a todos. Jesús fue un hombre apasionado por todo aquello que es invisible a los ojos, pero esencial para el corazón (Saint -Exupéry, Antoine, 1943).

Apasionado por servir, más que ser servido.  Apasionado por curar, más que ser alabado. Apasionado por tocar corazones, más que impresionar corazones. Apasionado por relacionarse, más que imponerse. Apasionado por cada uno de nosotros, hasta entregar su vida… de una forma trágica.

Es tan claro. Él lo ha dejado claro:

No hay pasión…sin dolor.
No hay pasión…sin entregar todo tu ser.
No hay pasión…si no estás dispuesta a sentirte descolocada, incomprendida, y en ocasiones, algo perdida también.
No hay pasión…sin muerte.
No hay pasión…si no trae más vida; vida plena.

Es la regla de la pasión; tu entrega desmedida.

O como bien dicen: La medida del amor (pasión), es amar (apasionarte) sin medida.”

En el salón hay cuatro mujeres más, con quienes comparto esta pasión flamenca. Las manos y los pies, se van sintiendo en ligera sincronía, al compás de la guitarra, las risas, y unos cuantos giros.

Pero es mi corazón, sobretodo, el que recuerda lentamente…para quién vive, por quién vive, en qué se vive más plena y apasionada, con todo lo que implica esta hermosa y compleja experiencia humana.

Con gran cariño, deseando te vivas apasionada.

Mariana López.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *